Barrio Los Olivos
  DISCURSOS
 

Raíces Tiernas

 
Recuerdo claramente lo que aconteció hace exactamente un año. Me sentía deleitado por estar presente en el seminario de Representantes Regionales, muy cómodamente sentado junto a muchos de ustedes en la parte de atrás de este auditorio. Pero una entrevista efectuada esa misma tarde cambió mi vida, y el voto de sostenimiento a la mañana siguiente mi lo confirmó. Ahora son ustedes los que están cómodamente sentados.

 Con gran admiración y amor hacia todos ustedes, les aseguro que me siento honrado ante la oportunidad de servir, y profundamente agradecido por poder estar junto a ustedes, los grandes maestros y capacitadores de los líderes de la Iglesia.

 Tengo el privilegio de dirigirme a ustedes en cuanto al tema de la nutrición espiritual de los miembros de la Iglesia. Soy plenamente consciente de esa sagrada responsabilidad y ruego que el Espíritu del Señor nos acompañe en esta ocasión.

En las Escrituras nos encontramos con un pasaje muy importante que se refiere a viñas inactivas, que no producían fruto como era debido: “Las ramas han sobrepujado las raíces... crecieron más aprisa que la fuerza de las raíces” (Jacob 5:48).

Al llevar a cabo nuestros programas de activación, también nosotros haríamos bien en concentrar nuestros esfuerzos en fortalecer raíces en vez de podar continuamente las ramas, o sea, los programas y procedimientos, o responder a otras evidencias externas de la fe.

Puesto que sé algo en cuanto a la fe de todos ustedes, y sobre la fe de los arrojados líderes que nos han antecedido, pregunto: ¿Cuáles son las raíces de nuestra gran fe? ¿Qué es lo que nos impulsa a cantar con gran convicción: “Iré do me mandes, iré, Señor, y lo que me mandes diré, y lo que me mandes seré”? 

Algunos de nosotros somos como un gran árbol --grande, de tronco robusto, algo nudoso, y en realidad no muy bello, excepto para aquellos que nos aman. Pero contamos con un fuerte sistema de raíces que nos sujetan firmemente, aun en medio de las tormentas de la adversidad.

Otros nos parecemos a un árbol de apariencia diferente, de líneas delicadas, de tronco fino y de follaje nutrido en su copa. Tal árbol, pese a ser bello, tiene raíces débiles y no es muy estable ante los vendavales.

pese a ser bello, tiene raíces débiles y no es muy estable ante los vendavales.

 

La raíz de la fe

 

Al aplicar esta analogía, reconocemos que desde el comienzo existe una diferencia natural entre estos árboles. Provienen de distintas familias y sirven propósitos particulares.

Cada miembro de la Iglesia también proviene de una familia diferente, que tiene sus propias características. Lo que es más, sabemos que los “escogidos” del Señor escucharán su voz (véase DyC 29:7) y serán más sensibles que otras personas al mensaje del evangelio. Algunos están más dispuestos a aceptar responsabilidades, a sacrificarse en provecho de Dios y del hombre.

 

 Tales personas poseen la raíz de la fe. Honran el nombre de su familia, adoran con humildad a su Padre Celestial y perciben el propósito de sus vidas. Su naturaleza misma hace que echen raíces profundas.

Algunos miembros cuentan con raíces de ese tipo, pero no lo saben. No saben exactamente quién son, por qué están aquí, ni lo que pueden llegar a ser.

Las bendiciones patriarcales ayudan a los miembros a ganar este conocimiento de sí mismos, particularmente durante los años de adolescencia. El saber que son verdaderamente de la casa de Israel, herederos de las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob, proporciona una visión que se extiende mucho más allá de la propia.

Quien posea la raíz de la fe podrá declarar con humildad: “Sé quién soy y lo que Dios espera de mí”. Este elemento es de profundo significado y ayudará a la persona a perseverar hasta el fin.
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Los Siete Cristos

 

 
LOS SIETE CRISTOS
por el élder Bruce R. McConkie
del Consejo de los Doce

 

¿Podría hablaros de los siete Cristos o, mas bien, del único Cristo cuyas obras y palabras se manifiestan de siete maneras diferentes? Vivimos en tiempos de contiendas y confusión en que los cristianos claman: "Mirad, aquí esta Cristo, o. . . allí esta . . ." (véase Mateo 24:23) o sea, "he aquí camino a la salvación, o allí esta . . ." (véase Mateo 24:23).

Oímos voces de fatalismo voces de gloria. Las doctrinas los dogmas de las diversas sectas están en pugna; se nos insta creer en principios discordantes a seguir senderos torcidos.

Las opiniones discrepan, el parloteo es incesante; los mensajes están en desacuerdo. Es evidente sin duda, aun para el mas empedernido fanático, que las ideas religiosas opuestas no pueden ser todas autenticas.

En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, elevamos una voz serena y prudente, que vibra con sonido de trompeta y que el poder del Espíritu de Dios hace llegar al corazón de las almas contritas. Es la voz que proclama las palabras de vida eterna, aquí y ahora, y que prepara al hombre para alcanzar la gloria inmortal de los reinos eternos que han de venir.

Somos siervos del Señor, y El nos ha enviado a invitar a todos a venir a Cristo y ser perfeccionados en El, a testificar del único y verdadero Cristo, del único y verdadero evangelio, de la única y verdadera salvación.

Invitamos a todos a prestar oído a lo que declaramos. Al Cristo de quien predicamos, y cuyos testigos somos, se le conoce bajo estos siete aspectos:

1. Cristo, el Creador

Hay un Dios en el cielo, un Ser santo, exaltado, perfecto y puro, que es el Padre de todos. Es un Hombre Santo; tiene un cuerpo de carne y huesos y es el Padre de nuestros espíritus.

El Señor Jesucristo es el Primogénito, el heredero y progenie del Padre. Junto con todos sus hermanos espirituales fue dotado del libre albedrío y sujeto a la ley.

Tanto por la obediencia como por la rectitud y la fe, a lo largo de las etapas de Su existencia este Primogénito del Padre, nuestro Hermano Mayor, avanzó y progresó hasta que llego a ser como Dios en poder, fuerza, dominio e inteligencia. Llego a ser "el Señor Omnipotente, que reina, que era y que es de eternidad en eternidad" (véase Mosíah 3:5). Así, bajo la dirección del Padre, llegó a ser el Creador de incontables mundos.

El Padre ordeno y estableció el plan de salvación -llamado el Evangelio de Dios-mediante el cuál todos sus hijos espirituales incluso Cristo, podrían tener un cuerpo mortal, vivir en un estado probatorio, morir, ser levantados en gloria inmortal y, si eran fieles en todo, alcanzar también la misma gloriosa exaltación del Padre.

Entonces el Amado y Escogido del Padre fue preordenado para ser el Salvador y el Redentor Aquel cuyo sacrificio expiatorio pondría en vigencia todas las condiciones del gran y eterno plan del Padre.

2. Cristo, el Dios de nuestros padres

Hay un Dios y Padre de todos, un plan eterno de salvación, un solo camino para volver al cielo. Y Jesucristo es el nombre dado por el Padre mediante el cual el hombre puede ser salvo; el Suyo es el único nombre que se dará debajo del cielo en el presente, en el pasado y en el futuro, mediante el cual se obtendrá la salvación.

Hay un evangelio sempiterno, un Mediador entre Dios y el hombre, uno solo que vino a reconciliar con su Hacedor a la humanidad caída. Todos los hombres de todas las épocas son salvos por el mismo poder, las mismas leves, el mismo Salvador. Ese Salvador es Cristo. Esta escrito: "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8). El es el Señor Jehová, El es el Gran Yo Soy, y fuera de El no hay Salvador.
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Cómo Obtener revelación Personal por el élder Bruce R. McConkie

  Deseo referirme a algunas realidades espirituales y tratar en cuanto a lo que tenemos que hacer para obrar nuestra salvación (véase Filipenses 2:12) y ser miembros dignos del reino de Dios en esta vida, a fin de calificarnos para obtener nuestra recompensa eterna en la vida venidera. Deseo hablar respecto a la revelación personal, la forma en la que cada miembro de la Iglesia puede llegar a conocer la divinidad de la obra y la forma en la que puede sentir la voz del Espíritu en su corazón y alma; y, además, cómo puede ver visiones, hablar con los ángeles, ver el rostro del Señor y recibir todo el conocimiento y la sabiduría que han sido derramados sobre los fieles en todas las épocas.

Nosotros, los mormones, tenemos el hábito de decir que creemos en la revelación moderna; anunciamos que los cielos han sido abiertos, que Dios ha hablado en nuestro tiempo, que los ángeles han ministrado entre los hombres, que ha habido visiones y revelaciones y que todos los dones que poseyeron los antiguos se han dado en el presente. Pero, por lo general, al hablar en esta forma pensamos en las experiencias de José Smith, de Brigham Young o de Spencer W. Kimball; pensamos en los apóstoles y profetas; en ellos y en la Iglesia misma que sigue adelante sobre el principio de la revelación.

Y bien, no hay duda alguna respecto a este asunto: La organización a la cual pertenecemos es literalmente el reino del Señor y fue establecida a fin de prepararnos y calificarnos para ir al reino celestial; y esta Iglesia es guiada mediante revelación. En distintas ocasiones en que he estado en reuniones con los apóstoles, el Profeta de Dios en la tierra ha dicho, con humildad y testimonio ferviente, que el velo se le presenta tenue, que el Señor guía y dirige los asuntos de la Iglesia, que ésta es su Iglesia y que El nos está manifestando su voluntad.

Existe la inspiración en los que dirigen la Iglesia; ésta está desempeñando su misión y progresando en la forma en la que el Señor quiere que progrese a fin de que, tan rápidamente como nuestras fuerzas lo permitan, su mensaje vaya a sus otros hijos en el mundo y a fin de que nosotros, como miembros del reino, podamos purificar y perfeccionar nuestra vida y ser dignos de las más ricas bendiciones en esta tierra y en el más allá.

Pero la revelación no es sólo para el Profeta de Dios en la tierra, ni las visiones de la eternidad están reservadas solamente para las Autoridades Generales. La revelación es algo que debe ser recibido por cada individuo. Dios no hace acepción de personas (véase D. y C. 1:35), y cada alma es tan preciosa para El como las almas de aquellos que son llamados a puestos de liderazgo.
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A los jóvenes y a los hombres

 
"Digo que ha llegado el momento de poner nuestra casa en orden".

Hermanos, es una gran oportunidad y una formidable responsabilidad dirigirles la palabra.

Quisiera dirigirme primeramente a los jóvenes que están aquí esta noche; gracias por su presencia, en dondequiera que estén congregados. Gracias por asistir a seminario y a las reuniones dominicales. Los respeto por su deseo de aprender el Evangelio, de profundizar sus conocimientos de la palabra del Señor. Les agradezco el deseo que llevan en el corazón de ir a la misión. Les doy las gracias por sus sueños de casarse en el templo y de criar una familia honorable.

Ustedes no son jóvenes sin futuro; no desperdician la vida vagando sin rumbo, sino que tienen un propósito y un designio; tienen planes que sólo pueden llevar al progreso y a la fortaleza.

Suceden cosas maravillosas cuando aprovechan sus energías y definen sus sueños. Hace poco recibí una proclamación de un grupo de jóvenes Santos de los Últimos Días del norte de California. Ellos provienen de diecinueve estacas, y, cuando se congregaron en las montañas, visitaron el sitio de una tragedia pionera. Al meditar los jóvenes en lo que vieron y en los recordatorios del legado que han recibido, se les invitó a firmar la Proclamación del Campamento Scout del Sendero Mormón. Me gustaría leerles ese juramento:

"Declaramos a todos que somos Boy Scouts. . . y poseedores del Sacerdocio Aarónico de Dios. Afirmamos nuestra lealtad a los valores y a los principios que guiaron a los hombres del Batallón Mormón y a los hombres y a las mujeres pioneros Santos de los Últimos Días que ayudaron a fundar este estado de California. Como agradecidos hijos de ellos, nos regocijamos en el legado de servicio que hemos recibido.

"Hoy, día 18 de julio de 1998, nos comprometemos a convertirnos al Evangelio de Jesucristo. Estudiaremos las Escrituras; oraremos para recibir fortaleza para obedecer; trabajaremos; nos esforzaremos con todo el corazón por seguir el ejemplo de Jesús.

"Mediante el servicio a los demás magnificaremos el sacerdocio que se nos ha otorgado. Nos mantendremos dignos de administrar el sacramento de la Santa Cena del Señor. Dondequiera se necesite ayuda, la ofreceremos, tal como lo hicieron nuestros antepasados.
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El Divorcio

  
Élder Dallin H. Oaks
Del Quórum de los Doce Apóstoles

Un buen matrimonio no requiere un hombre o una mujer perfectos; sólo requiere un hombre y una mujer dispuestos a esforzarse juntos por alcanzar la perfección.

Recibí la impresión de hablar sobre el divorcio. Éste es un tema delicado porque provoca emociones muy fuertes en las personas a las que ha afectado de alguna forma. Algunos se ven a sí mismos o a sus seres queridos como víctimas del divorcio, mientras que otros se ven como sus beneficiarios. Algunos ven el divorcio como prueba del fracaso, mientras que otros consideran que es una compuerta esencial para escapar del matrimonio. En una forma u otra, el divorcio afecta a la mayoría de las familias de la Iglesia. Sea cual fuere su perspectiva, tengan a bien escuchar mientras intento hablar con franqueza sobre los efectos del divorcio en las relaciones familiares eternas que procuramos obtener de acuerdo con el plan del Evangelio. Hablo de ello por preocupación, pero con esperanza. 
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El poder de los himnos para nutrir el alma

 Élder Jay E. Jensen
Del Quórum de los Setenta

Los himnos tienen una función primordial en la espiritualidad, la revelación y la conversión.

Este magnífico coro brinda sermones inspirados. De hecho, “el canto de los himnos es muchas veces en sí un elocuente sermón”. Cuando era joven, cantar los himnos de Sión influyó en mi testimonio y en mi conversión al Evangelio restaurado. Crecí en el pequeño pueblo de Mapleton, Utah, y asistí a las reuniones en lo que hoy se conoce como “la vieja capilla blanca”. Mi madre tiene 95 años y todavía vive en Mapleton. Cuando la visito, paso por “la vieja capilla blanca” y un sinfín de dulces recuerdos me embarga. Entre ellos, se encuentra el poder transformador de los himnos que cantábamos en las reuniones del sacerdocio, de la Escuela Dominical y en la reunión sacramental. Mis experiencias fueron similares a las del presidente Hinckley, que cuando era diácono, asistió a una reunión general del sacerdocio con su padre y cantaron “Loor al profeta”2. Más tarde dijo: “tuve una impresión imperecedera: la de que José Smith fue en verdad un profeta de Dios”3. Yo creo que una y otra vez, muchos de nuestros miembros tienen la misma experiencia. Los himnos tienen una función primordial en la espiritualidad, la revelación y la conversión.  
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" Un Real Sacerdocio " Conferencia 177- Octubre 2007

Presidente Thomas S. Monson

El tiempo y las circunstancias pueden cambiar, pero los atributos de un verdadero poseedor del sacerdocio de Dios permanecen constantes.

Hermanos, al mirar de un lado al otro de este edificio majestuoso, sólo puedo decir, que es una inspiración verles. Es increíble pensar que, en miles de capillas por todo el mundo, otros como ustedes —poseedores del Sacerdocio de Dios— están recibiendo este programa mediante una transmisión vía satélite. Las nacionalidades varían y los idiomas son muchos, pero nos une algo en común: Se nos ha confiado poseer el sacerdocio y actuar en el nombre de Dios. Se nos ha conferido una sagrada responsabilidad y es mucho lo que se espera de nosotros.
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Los débiles y sencillos de la Iglesia -Sesión del sábado por la mañana-Conferencia octubre del 2007

 
Presidente Boyd K. Packer

El Señor no estima a un miembro de la Iglesia más o menos que a cualquier otro.

Rendimos honor al presidente James E. Faust; lo extrañamos. Su amada esposa Ruth está presente esta mañana, y le expresamos nuestro amor. Damos la bienvenida a aquellos que han sido llamados a los puestos que el presidente Hinckley ha mencionado.

En nombre de todos los que hemos sido sostenidos hoy, nos comprometemos a hacer lo mejor que podamos y a ser dignos de la confianza que se ha depositado en nosotros.

Hemos sostenido a los oficiales generales de la Iglesia, en lo que es un procedimiento solemne y sagrado. Esta práctica común ocurre siempre que se llama o se releva de sus puestos a líderes o a maestros, o siempre que hay una reorganización en una estaca, barrio, quórum u organización auxiliar (véase D. y C. 124:123, 144; véase también D. y C. 20:65–67; 26:2). Es algo único de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Siempre sabemos quién es llamado a dirigir o a enseñar y tenemos la oportunidad de sostener u oponernos a esa medida. Eso no resultó como un invento del hombre, sino que se estableció en las revelaciones: “…a ninguno le será permitido salir a predicar mi evangelio ni a edificar mi iglesia, a menos que sea ordenado por alguien que tenga autoridad, y sepa la iglesia que tiene autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades de la iglesia” (D. y C. 42:11; cursiva agregada). De este modo, se protege a la Iglesia de cualquier impostor que quisiese tomar control de un quórum, de un barrio, de una estaca o de la Iglesia.
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El élder Packer, nos enseña la importancia de cada una de nuestras responsabilidades en la Iglesia , haciendo énfasis  en que todo hombre o mujer que trabaja en la iglesia es igual para el Señor.

Nos explica que existe  una tendencia natural de ver a aquellos que son sostenidos en cargos de dirección y considerar que están en un nivel más alto y que tienen más valor en la Iglesia o para sus familias que un miembro común y corriente. De alguna manera pensamos que tienen más valor para el Señor que nosotros. ¡Eso simplemente no es así!

 
 
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